Por José Aldunate, s.j.
El sacerdocio y aun la Iglesia del futuro serán, al fin, no algo
estereotipado, sino lo que la juventud de hoy hará de ella y hará de su
sacerdocio.
Estamos en una crisis sacerdotal. Los jóvenes ya no quieren ser "curas".
Sobre todo, la misma imagen del sacerdote está dañada por abusos
lamentables de unos pocos, y los reparos de una nueva juventud. "Que pasar
metido en la sacristía no me interesa", "que el celibato no me convence",
"que los párrocos son prepotentes", etcétera. La Iglesia está preocupada.
El Papa ha declarado esta temporada "año sacerdotal". Ante las imágenes
distorsionadas del sacerdocio, podemos ofrecer otras tres más auténticas
en realidad.
(1) Alberto Hurtado transparentó un mensaje de entrega a los pobres y al
mundo laboral, rompía la reclusión de la Iglesia de su tiempo y la preparó
para el aggiornamento del Concilio Vaticano II (1962-65). Los jóvenes
marcharon con él. Constituyó un fuego que encendió otros fuegos,
proporcionándoles, a la vez, el acceso a las fuentes que alimentan todo
compromiso de vida. En 2003 fue proclamado por la Iglesia como testigo de
la acción de Dios, transformadora del mundo.
(2) El obispo Jorge Hourton. Ahora estoy leyendo su autobiografía recién
publicada: "Memorias de un obispo sobreviviente" (Ediciones Lom).
Sobrevive en verdad a una admirable serie de obispos y sacerdotes que
dieron una batalla en momentos delicados y dolorosos para Chile durante la
dictadura militar. Comprendieron que ante el asesinato y la desaparición,
la tortura y despojo de centenares de hermanos, y la usurpación del poder
político, la Iglesia no podía quedar indiferente. Por estos derechos
humanos se jugaron, ayudando y salvando la vida de muchos. Aunque es
verdad que no todos los prelados estuvieron a la altura.
Jorge Hourton juntó a agnósticos, marxistas y cristianos en una secretaría
donde se compartió el diálogo y la comprensión, preparando la convivencia
democrática que Chile ha querido consolidar.