viernes, 11 de noviembre de 2011

ENCENDER UNA FE GASTADA
José Antonio Pagola

La primera generación cristiana vivió convencida de que Jesús, el Señor resucitado, volvería muy pronto lleno de vida. No fue así. Poco a poco, los seguidores de Jesús se tuvieron que preparar para una larga espera. No es difícil imaginar las preguntas que se despertaron entre ellos. ¿Cómo mantener vivo el espíritu de los comienzos? ¿Cómo vivir despiertos mientras llega el Señor? ¿Cómo alimentar la fe sin dejar que se apague? Un relato de Jesús sobre lo sucedido en una boda les ayudaba a pensar la respuesta.
Diez jóvenes, amigas de la novia, encienden sus antorchas y se preparan para recibir al esposo. Cuando, al caer el sol, llegue a tomar consigo a la esposa, los acompañarán a ambos en el cortejo que los llevará hasta la casa del esposo donde se celebrará el banquete nupcial.
Hay un detalle que el narrador quiere destacar desde el comienzo.
Entre las jóvenes hay cinco «sensatas» y previsoras que toman consigo aceite para impregnar sus antorchas a medida que se vaya consumiendo la llama. Las otras cinco son unas «necias» y descuidadas que se olvidan de tomar aceite con el riesgo de que se les apaguen las antorchas.
Pronto descubrirán su error. El esposo se retrasa y no llega hasta medianoche. Cuando se oye la llamada a recibirlo, las sensatas alimentan con su aceite la llama de sus antorchas y acompañan al esposo hasta entrar con él en la fiesta. Las necias no saben sino lamentarse: «Que se nos apagan las antorchas». Ocupadas en adquirir aceite, llegan al banquete cuando la puerta está cerrada. Demasiado tarde.

Muchos comentaristas tratan de buscar un significado secreto al símbolo del «aceite». ¿Está Jesús hablando del fervor espiritual, del amor, de la gracia bautismal…? Tal vez es más sencillo recordar su gran deseo: «Yo he venido a traer fuego a la tierra, y ¿qué he de querer sino que se encienda?». ¿Hay algo que pueda encender más nuestra fe que el contacto vivo con él?

¿No es una insensatez pretender conservar una fe gastada sin reavivarla con el fuego de Jesús? ¿No es una contradicción creernos cristianos sin conocer su proyecto ni sentirnos atraídos por su estilo de vida?

Necesitamos urgentemente una calidad nueva en nuestra relación con él. Cuidar todo lo que nos ayude a centrar nuestra vida en su persona.

No gastar energías en lo que nos distrae o desvía de su Evangelio.

Encender cada domingo nuestra fe rumiando sus palabras y comulgando vitalmente con él. Nadie puede transformar nuestras comunidades como Jesús.

José Antonio Pagola 






" La paz es posible si tod@s asumimos las tareas responsablemente" Samuel Ruiz

martes, 8 de noviembre de 2011

La Iglesia católica holandesa acepta compensar a las víctimas de abusos sexuales cometidos por religiosos :: Mundo :: Religión Digital

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" La paz es posible si tod@s asumimos las tareas responsablemente"Samuel Ruiz

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Los Guantánamos de Rajoy

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José María Castillo: “Lo primero y lo central en los Evangelios no es la religión, sino la vida” :: Opinión :: Religión Digital

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" La paz es posible si tod@s asumimos las tareas responsablemente"Samuel Ruiz

martes, 1 de noviembre de 2011

Arratia: Las mujeres y el porvenir de la Iglesia: Joseph Mo...

Arratia: Las mujeres y el porvenir de la Iglesia: Joseph Mo...: Normalean ez dogu testu luzerik argitara emoten gure blogean, baina kurtso hasieran holako batzuk sartu gura doguz "recortes" gure eti...

" La paz es posible si tod@s asumimos las tareas responsablemente"Samuel Ruiz

viernes, 14 de octubre de 2011

El grito de Montesinos, ayer y hoy
Víctor CODINA sj

  Sucedió hace 500 años
En diciembre de 1510, una pequeña comunidad de frailes dominicos desembarca en la isla caribeña de La Española (hoy territorio de República Dominicana y Haití). Esta comunidad misionera, encabezada por Pedro de Córdoba, procedía del convento de San Esteban de Salamanca, uno de los centros más famosos y más abiertos de la Orden Dominicana.
Es una comunidad pobre y que quiere anunciar la Palabra desde su contexto de inserción en la realidad de la conquista española: desde hacía 19 años los habitantes de las llamadas Indias occidentales padecían la explotación y malos tratos, porque los conquistadores sólo buscaban oro y hacerse ricos con la sangre de los indios a los que trataban como animales.
La comunidad analiza los hechos, examina a la luz del evangelio la inhumana opresión que sufren los indígenas, se pone de parte de ellos y consciente de la gravedad de la situación decide denunciarla públicamente ante los conquistadores y notables españoles, entre los cuales estaba el almirante Diego de Colón, el hijo de Cristóbal Colón. Entre todos los miembros de la comunidad elaboran el sermón que encargan pronunciar a fray Antonio de Montesinos, buen predicador. Escogen la fecha del Cuarto domingo de Adviento y toman como punto de partida la frase de Juan Bautista: “Yo soy la voz del que clama en el desierto”.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

¿Estamos decepcionando a Dios?


¿Estamos decepcionando a Dios?
2 de octubre de 2011
27 Tiempo ordinario (A)
Mateo 21,33-43
Jesús se encuentra en el recinto del Templo, rodeado de un grupo de altos dirigentes religiosos. Nunca los ha tenido tan cerca. Por eso, con audacia increíble, va a pronunciar una parábola dirigida directamente a ellos. Sin duda, la más dura que ha salido de sus labios.
Cuando Jesús comienza a hablarles de un señor que plantó una viña y la cuidó con solicitud y cariño especial, se crea un clima de expectación. La «viña» es el pueblo de Israel. Todos conocen el canto del profeta Isaías que habla del amor de Dios por su pueblo con esa bella imagen. Ellos son los responsables de esa "viña" tan querida por Dios.
Lo que nadie se espera es la grave acusación que les va a lanzar Jesús: Dios está decepcionado. Han ido pasando los siglos y no ha logrado recoger de ese pueblo querido los frutos de justicia, de solidaridad y de paz que esperaba.
Una y otra vez ha ido enviando a sus servidores, los profetas, pero los responsables de la viña los han maltratado sin piedad hasta darles muerte. ¿Qué más puede hacer Dios por su viña? Según el relato, el señor de la viña les manda a su propio hijo pensando: «A mi hijo le tendrán respeto». Pero los viñadores lo matan para quedarse con su herencia.
La parábola es transparente. Los dirigentes del Templo se ven obligados a reconocer que el señor ha de confiar su viña a otros viñadores más fieles. Jesús les aplica rápidamente la parábola: «Yo os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos».
Desbordados por una crisis a la que ya no es posible responder con pequeñas reformas, distraídos por discusiones que nos impiden ver lo esencial, sin coraje para escuchar la llamada de Dios a una conversión radical al Evangelio, la parábola nos obliga a hacernos graves preguntas.
¿Somos ese pueblo nuevo que Jesús quiere, dedicado a producir los frutos del reino o estamos decepcionando a Dios? ¿Vivimos trabajando por un mundo más humano? ¿Cómo estamos respondiendo desde el proyecto de Dios a las víctimas de la crisis económica y a los que mueren de hambre y desnutrición en África?
¿Respetamos al Hijo que Dios nos ha enviado o lo echamos de muchas formas "fuera de la viña"? ¿Estamos acogiendo la tarea que Jesús nos ha confiado de humanizar la vida o vivimos distraídos por otros intereses religiosos más secundarios?
¿Qué hacemos con los hombres y mujeres que Dios nos envía también hoy para recordarnos su amor y su justicia? ¿Ya no hay entre nosotros profetas de Dios ni testigos de Jesús? ¿Ya no los reconocemos?
José Antonio Pagola



" La paz es posible si tod@s asumimos las tareas responsablemente" Samuel Ruiz

lunes, 26 de septiembre de 2011

El peligro de la religión


El peligro de la religión

25 de septiembre de 2011
26 Tiempo ordinario (A)
Mateo 21, 28-32

Jesús lleva unos días en Jerusalén moviéndose en los alrededores del templo. No encuentra por las calles la acogida amistosa de las aldeas de Galilea. Los dirigentes religiosos que se cruzan en su camino tratan de desautorizarlo ante la gente sencilla de la capital. No descansarán hasta enviarlo a la cruz. Jesús no pierde la paz. Con paciencia incansable sigue llamándolos a la conversión. Les cuenta una anécdota sencilla que se le acaba de ocurrir al verlos: la conversación de un padre que pide a sus dos hijos que vayan a trabajar a la viña de la familia.
El primero rechaza al padre con una negativa tajante: «No quiero». No le da explicación alguna. Sencillamente no le da la gana. Sin embargo, más tarde reflexiona, se da cuenta de que está rechazando a su padre y, arrepentido, marcha a la viña.
El segundo atiende amablemente la petición de su padre: «Voy, señor». Parece dispuesto a cumplir sus deseos, pero pronto se olvida de lo que ha dicho. No vuelve a pensar en su padre. Todo queda en palabras. No marcha a la viña.
Por si no han entendido su mensaje, Jesús dirigiéndose a «los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo», les aplica de manera directa y provocativa la parábola: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios». Quiere que reconozcan su resistencia a entrar en el proyecto del Padre.
Ellos son los "profesionales" de la religión: los que han dicho un gran "sí" al Dios del templo, los especialistas del culto, los guardianes de la ley. No sienten necesidad de convertirse. Por eso, cuando ha venido el profeta Juan a preparar los caminos a Dios, le han dicho "no"; cuando ha llegado Jesús invitándolos a entrar en su reino, siguen diciendo "no".
Por el contrario, los publicanos y las prostitutas son los "profesionales del pecado": los que han dicho un gran "no" al Dios de la religión; los que se han colocado fuera de la ley y del culto santo. Sin embargo, su corazón se ha mantenido abierto a la conversión. Cuando ha venido Juan han creído en él; al llegar Jesús lo han acogido.
La religión no siempre conduce a hacer la voluntad del Padre. Nos podemos sentir seguros en el cumplimiento de nuestros deberes religiosos y acostumbrarnos a pensar que nosotros no necesitamos convertirnos ni cambiar. Son los alejados de la religión los que han de hacerlo. Por eso es tan peligroso sustituir la escucha del Evangelio por la piedad religiosa. Lo dijo Jesús: "No todo el que me diga "Señor", "Señor" entrará en el reino de Dios, sino el que haga la voluntad de mi Padre del cielo"
José Antonio Pagola





" La paz es posible si tod@s asumimos las tareas responsablemente" Samuel Ruiz

martes, 6 de septiembre de 2011


Vivir perdonando



José Antonio Pagola
11 de septiembre de 2011
24 Tiempo ordinario(A)
Mateo 18, 21-35
Los discípulos le han oído a Jesús decir cosas increíbles sobre el amor a los enemigos, la oración al Padre por los que nos persiguen, el perdón a quien nos hace daño. Seguramente les parece un mensaje extraordinario pero poco realista y muy problemático.
Pedro se acerca ahora a Jesús con un planteamiento más práctico y concreto que les permita, al menos, resolver los problemas que surgen entre ellos: recelos, envidias, enfrentamientos, conflictos y rencillas. ¿Cómo tienen que actuar en aquella familia de seguidores que caminan tras sus pasos. En concreto: «Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar?».
Antes que Jesús le responda, el impetuoso Pedro se le adelanta a hacerle su propia sugerencia: «¿Hasta siete veces?». Su propuesta es de una generosidad muy superior al clima justiciero que se respira en la sociedad judía. Va más allá incluso de lo que se practica entre los rabinos y los grupos esenios que hablan como máximo de perdonar hasta cuatro veces.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Reunidos por Jesús


José Antonio Pagola

Al parecer, el crecimiento del cristianismo en medio del imperio romano fue posible gracias al nacimiento incesante de grupos pequeños y casi insignificantes que se reunían en el nombre de Jesús para aprender juntos a vivir animados por su Espíritu y siguiendo sus pasos.
Sin duda, fue importante la intervención de Pablo, Pedro, Bernabé y otros misioneros y profetas. También las cartas y escritos que circulaban por diversas regiones. Sin embargo, el hecho decisivo fue la fe sencilla de creyentes cuyos nombres no conocemos, que se reunían para recordar a Jesús, escuchar su mensaje y celebrar la cena del Señor.
No hemos de pensar en grandes comunidades sino en grupos de vecinos, familiares o amigos, reunidos en casa de alguno de ellos. El evangelista Mateo los tiene presentes cuando recoge estas palabras de Jesús: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».
No pocos teólogos piensan que el futuro del cristianismo en occidente dependerá en buena parte del nacimiento y el vigor de pequeños grupos de creyentes que, atraídos por Jesús, se reúnan en torno al Evangelio para experimentar la fuerza real que tiene Cristo para engendrar nuevos seguidores.

miércoles, 24 de agosto de 2011

¿Por qué se quiere tanto al papa?



agosto 24, 2011

José María Castillo

BenedictoXVIUna de las cosas que más me han impresionado, en la reciente JMJ celebrada en Madrid, ha sido lo mucho que tanta gente quiere al papa. No me refiero simplemente al entusiasmo masivo, al respeto, la admiración, al fervor de los fieles. De todo eso, por supuesto, ha habido mucho. Pero es que, además, lo que se ha palpado en las miradas y en los rostros, en los gritos y en los cantos de muchos de los asistentes ha sido algo más hondo, seguramente el sentimiento más íntimo y más profundo que un ser humano puede sentir hacia otro: el cariño, el amor sincero. Y naturalmente me he preguntado, y me pregunto, ¿es esto el mero contagio de una especie de histeria colectiva tan característica en las concentraciones masivas de gente entusiasmada?. Sin duda, algo de eso se ha producido. Pero creo que con echar mano del contagio de masas, que se puede producir en cualquier espectáculo o concentración masiva de gente, con eso nada más no explicamos lo que realmente ha ocurrido en Madrid con motivo de la venida del papa. ¿Por qué?.

Porque los cientos de miles de personas, que ha concentrado el papa, no se han reunido para asistir a un espectáculo artístico, deportivo o de cualquier otro tipo que se parezca a eso. La gente que ha ido a ver al papa no ha ido a divertirse. Ha ido a oír mensajes, consignas, mandatos y prohibiciones que no siempre y en todo son precisamente agradables. El papa les ha dicho a sus oyentes, ya fueran jóvenes o mayores, clérigos o laicos, hombres o mujeres, monjas o profesores de universidad, que lo que tienen que hacer en la vida es aceptar y cumplir lo que les enseña y les manda la Iglesia. Y bien sabemos que lo que enseña la Iglesia es, a veces, difícil de entender. Y lo que manda la Iglesia no siempre es fácil de observar o de cumplirlo a rajatabla. Lo que ha dicho el papa, si se toma en serio, si se acepta de buen gusto, si se acoge con cariño y se aplaude con entusiasmo, supone un fenómeno de amor masivo y entusiasta que no resulta fácil de explicar, al menos a primera vista. A no ser que estemos hablando de un imponente espectáculo de hipocresía colectiva o de una impresionante representación teatral en la que nadie ha tomado en serio el papel que parecía estar representando.

lunes, 22 de agosto de 2011


DETRÁS DE JESÚS

José Antonio Pagola
28 de agosto de 2011
22 Tiempo ordinario (A)
Mateo 16, 21-27
Jesús pasó algún tiempo recorriendo las aldeas de Galilea. Allí vivió los mejores momentos de su vida. La gente sencilla se conmovía ante su mensaje de un Dios bueno y perdonador. Los pobres se sentían defendidos. Los enfermos y desvalidos agradecían a Dios su poder de curar y aliviar su sufrimiento. Sin embargo no se quedó para siempre entre aquellas gentes que lo querían tanto.
Explicó a sus discípulos su decisión: «tenía que ir a Jerusalén», era necesario anunciar la Buena Noticia de Dios y su proyecto de un mundo más justo, en el centro mismo de la religión judía. Era peligroso. Sabía que «allí iba a padecer mucho». Los dirigentes religiosos y las autoridades del templo lo iban a ejecutar. Confiaba en el Padre: «resucitaría al tercer día».
Pedro se rebela ante lo que está oyendo. Le horroriza imaginar a Jesús clavado en una cruz.Sólo piensa en un Mesías triunfante. A Jesús todo le tiene que salir bien. Por eso, lo toma aparte y se pone a reprenderle: «No lo permita Dios, Señor. Eso no puede pasarte».
Jesús reacciona con una dureza inesperada. Este Pedro le resulta desconocido y extraño. No es el que poco antes lo ha reconocido como "Hijo del Dios vivo". Es muy peligroso lo que está insinuando. Por eso lo rechaza con toda su energía: «Apártate de mí Satanás». El texto dice literalmente: «Ponte detrás de mí». Ocupa tu lugar de discípulo y aprende a seguirme. No te pongas delante de mí desviándonos a todos de la voluntad del Padre.
Jesús quiere dejar las cosas muy claras. Ya no llama a Pedro «piedra» sobre la que edificará su Iglesia; ahora lo llama «piedra» que me hace tropezar y me obstaculiza el camino. Ya no le dice que habla así porque el Padre se lo ha revelado; le hace ver que su planteamiento viene de Satanás.
La gran tentación de los cristianos es siempre imitar a Pedro: confesar solemnemente a Jesús como "Hijo del Dios vivo" y luego pretender seguirle sin cargar con la cruz. Vivir el Evangelio sin renuncia ni coste alguno. Colaborar en el proyecto del reino de Dios y su justicia sin sentir el rechazo o la persecución. Queremos seguir a Jesús sin que nos pase lo que a él le pasó.
No es posible. Seguir los pasos de Jesús siempre es peligroso. Quien se decide a ir detrás de él, termina casi siempre envuelto en tensiones y conflictos. Será difícil que conozca la tranquilidad. Sin haberlo buscado, se encontrará cargando con su cruz. Pero se encontrará también con su paz y su amor inconfundible. Los cristianos no podemos ir delante de Jesús sino detrás de él.




" La paz es posible si tod@s asumimos las tareas responsablemente" Samuel Ruiz

Nuestro Unico Señor


José Antonio Pagola
21 de agosto de 2011
21 Tiempo ordinario (A)
Mateo 16, 13-20

"¿Quién decís que soy yo?". Lo mismo que los primeros discípulos, también los cristianos de hoy hemos de responder a Jesús para recordar de quién nos hemos fiado, a quién estamos siguiendo y qué podemos esperar de él. También nosotros vivimos animados por la misma fe.

jueves, 11 de agosto de 2011


cananea

JESÚS ES PARA TODOS

La escena es sorprendente. Una mujer pagana sale gritando al encuentro de Jesús. Es una madre de fuerte personalidad que reclama compasión para su hija enferma, pues está segura de que Dios quiere una vida digna para todos sus hijos e hijas, aunque sean paganos, aunque sean mujeres.

Su petición es directa:
«Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija está atormentada por un demonio».
Sin embargo, su grito cae en el vacío: Jesús guarda un silencio difícil de explicar. ¿No se conmueve su corazón ante la desgracia de aquella madre sola y desamparada?.

La tensión se hace más insoportable cuando Jesús rompe su silencio para negarse rotundamente a escuchar a la mujer. Su negativa es firme y brota de su deseo de ser fiel a la misión recibida de su Padre:
«Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel».
La mujer no se desalienta. Apresura el paso, alcanza al grupo, se postra ante Jesús y, desde el suelo, repite su petición:
«Señor, socórreme».
En su grito está resonando el dolor de tantos hombres y mujeres que no pertenecen al grupo de aquel Sanador, y sufren una vida indigna. ¿Han de quedar excluidos de su compasión?.

Jesús se reafirma en su negativa:
«No está bien echar a los perros el pan de los hijos».
La mujer no se rinde ante la frialdad escalofriante de Jesús. No le discute, acepta su dura imagen, pero extrae una consecuencia que Jesús no ha tenido en cuenta:
«Tienes razón, Señor; pero también los perros comen las migajas que caen de la mesa de los amos».

miércoles, 3 de agosto de 2011

MIEDO A JESÚS

Mateo ha recogido el recuerdo de una tempestad vivida por los discípulos en el mar de Galilea para invitar a sus lectores a escuchar, en medio de las crisis y conflictos que se viven en las comunidades cristianas, la llamada apremiante de Jesús a confiar en él. El relato describe de manera gráfica la situación. La barca está literalmente «atormentada por las olas», en medio de una noche cerrada y muy lejos de tierra. Lo peor es ese «viento contrario» que les impide avanzar. Hay algo, sin embargo, más grave: los discípulos están solos; no está Jesús en la barca.
Cuando se les acerca caminando sobre las aguas, los discípulos no lo reconocen y, aterrados, comienzan a gritar llenos de miedo. El evangelista tiene buen cuidado en señalar que su miedo no está provocado por la tempestad, sino por su incapacidad para descubrir la presencia de Jesús en medio de aquella noche horrible.
La Iglesia puede atravesar situaciones muy críticas y oscuras a lo largo de la historia, pero su verdadero drama comienza cuando su corazón es incapaz de reconocer la presencia salvadora de Jesús en medio de la crisis, y de escuchar su grito: «iAnimo, soy yo, no tengáis miedo!».

jueves, 28 de julio de 2011

La crisis: el silencio de las religiones

26.06.11 | 14:24. Archivado en Iglesia católica
José Maria Castillo

 Una de las cosas más extrañas, que están sucediendo en España ahora mismo, es el silencio que mantienen las religiones ante la crisis (económica y política) tan delicada y difícil que estamos viviendo en nuestro país y en toda Europa. En privado, todo el mundo opina sobre estas cosas. Pero, como instituciones, ni la Iglesia, ni el Islam, ni ninguna de las otras confesiones dicen algo que nos pueda orientar, a quienes tenemos creencias religiosas, en una situación tan oscura y tan preocupante. Sabemos perfectamente que los “hombres de la religión” levantan la voz cuando están en juego sus propios intereses económicos o sus privilegios legales o políticos. Entonces, ¿por qué se callan cuando lo que se plantea es el paro de más de cuatro millones de ciudadanos o el debido respeto a los derechos fundamentales de extranjeros, de presos, de enfermos en listas de espera, de jóvenes sin trabajo y sin futuro o cuando hablamos de situaciones de auténtica esclavitud?
Por supuesto, yo entiendo perfectamente que las religiones no sepan qué decir en una situación como ésta. Porque el problema de fondo que se debate - el problema que han planteado las concentraciones de los “indignados” en las plazas de nuestras ciudades - es el problema de la democracia. O, para decirlo con más precisión, el problema que consiste en saber cómo podemos recuperar y poner en práctica los ideales y las aspiraciones de la más auténtica democracia participativa, la democracia en la que los ciudadanos podamos participar de verdad y efectivamente en la toma de las decisiones políticas y económicas que nos afectan a todos. Pero, entonces, si ése es el problema más serio que se plantea en este momento, ¿qué nos van a decir sobre ese asunto unas instituciones - tal es el caso de las grandes confesiones religiosas - que no son en absoluto democráticas? Es más, ni lo son, ni pueden serlo. Porque las religiones, por su misma razón de ser, se explican y funcionan a partir de un Absoluto, representado en la tierra por hombres “sagrados” y “consagrados”, que, si quieren ser fieles a su sagrada misión en el mundo, no tienen más remedio que transmitir a sus fieles verdades absolutas y decisiones divinas, ante las que nadie puede rechistar. Por eso entiendo perfectamente que lo mejor que pueden hacer los “hombres de la religión”, en una situación como ésta, es quedarse callados y no opinar. Porque, ¿qué pueden opinar sobre la “participación popular” quienes tienen su razón de ser en la “intervención divina”?

Necesidades de la gente [José Antonio Pagola]

julio 28, 2011

Domingo XXVIII del Tiempo ordinario [A] - Mateo 14, 13-21
Mateo introduce su relato diciendo que Jesús, al ver el gentío que lo ha seguido por tierra desde sus pueblos hasta aquel lugar solitario,«se conmovió hasta las entrañas». No es un detalle pintoresco del narrador. Lacompasión hacia esa gente donde hay muchas mujeres y niños, es lo que va a inspirar toda la actuación de Jesús.

De hecho, Jesús no se dedica a predicarles su mensaje. Nada se dice de su enseñanza. Jesús está pendiente de sus necesidades. El evangelista solo habla de sus gestos de bondad y cercanía. Lo único que hace en aquel lugar desértico es «curar»a los enfermos y «dar de comer» a la gente.

El momento es difícil. Se encuentran en un lugar despoblado donde no hay comida ni alojamiento. Es muy tarde y la noche está cerca. El diálogo entre los discípulos y Jesús nos va revelar la actitud del Profeta de la compasión: sus seguidores no han de desentenderse de los problemas materiales de la gente.

Los discípulos le hacen una sugerencia llena de realismo: «Despide a la multitud», que se vayan a las aldeas y se compren de comer. Jesús reacciona de manera inesperada. No quiere que se vayan en esas condiciones, sino que se queden junto a él. Esa pobre gente es la que más le necesita. Entonces les ordena lo imposible:
«Dadles vosotros de comer».
De nuevo los discípulos le hacen una llamada al realismo:
«No tenemos más que cinco panes y dos peces».
No es posible alimentar con tan poco el hambre de tantos. Pero Jesús no los puede abandonar. Sus discípulos han de aprender a ser más sensibles a los sufrimientos de la gente. Por eso, les pide que le traigan lo poco que tienen.

Al final, es Jesús quien los alimenta a todos y son sus discípulos los que dan de comer a la gente. En manos de Jesús lo poco se convierte en mucho. Aquella aportación tan pequeña e insuficiente adquiere con Jesús una fecundidad sorprendente.

No hemos de olvidar los cristianos que la compasión de Jesús ha de estar siempre en el centro de su Iglesia como principio inspirador de todo lo que hacemos. Nos alejamos de Jesús siempre que reducimos la fe a un falso espiritualismo que nos lleva a desentendernos de los problemas materiales de las personas.

En nuestras comunidades cristianas son hoy más necesarios los gestos de solidaridad que las palabras hermosas. Hemos de descubrir también nosotros que con poco se puede hacer mucho. Jesús puede multiplicar nuestros pequeños gestos solidarios y darles una eficacia grande. Lo importante es no desentendernos de nadie que necesite acogida y ayuda.

" La paz es posible si tod@s asumimos las tareas responsablemente" Samuel Ruiz

martes, 19 de julio de 2011

Un Dios sin atractivo


José Antonio Pagola
24 de julio de 2011
17 Tiempo ordinario (A)
Mateo 13, 44-52
Jesús trataba de comunicar a la gente su experiencia de Dios y de su gran proyecto de ir haciendo un mundo más digno y dichoso para todos. No siempre lograba despertar su entusiasmo. Estaban demasiado acostumbrados a oír hablar de un Dios sólo preocupado por la Ley, el cumplimiento del sábado o los sacrificios del Templo. Jesús les contó dos pequeñas parábolas para sacudir su indiferencia. Quería despertar en ellos el deseo de Dios. Les quería hacer ver que encontrarse con lo que él llamaba "reino de Dios" era algo mucho más grande que lo que vivían los sábados en la sinagoga del pueblo: Dios puede ser un descubrimiento inesperado, una sorpresa grande.
En las dos parábolas la estructura es la misma. En el primer relato, un labrador «encuentra» un tesoro escondido en el campo...Lleno de alegría, «vende todo lo que tiene» y compra el campo. En el segundo relato, un comerciante en perlas finas «encuentra» una perla de gran valor... Sin dudarlo, «vende todo lo que tiene» y compra la perla.
Algo así sucede con el «reino de Dios» escondido en Jesús, su mensaje y su actuación. Ese Dios resulta tan atractivo, inesperado y sorprendente que quien lo encuentra, se siente tocado en lo más hondo de su ser. Ya nada puede ser como antes.
Por primera vez, empezamos a sentir que Dios nos atrae de verdad. No puede haber nada más grande para alentar y orientar la existencia.El "reino de Dios" cambia nuestra forma de ver las cosas. Empezamos a creer en Dios de manera diferente. Ahora sabemos por qué vivir y para qué.
A nuestra religión le falta el "atractivo de Dios". Muchos cristianos se relacionan con él por obligación, por miedo, por costumbre, por deber..., pero no porque se sientan atraídos por él. Tarde o temprano pueden terminar abandonando esa religión.

jueves, 30 de junio de 2011

El pueblo sencillo

El pueblo sencillo

José Antonio Pagola

14 Tiempo ordinario (A)
Mateo 11, 25-30


Jesús no tuvo problemas con la gente sencilla. El pueblo sintonizaba fácilmente con él. Aquellas gentes humildes que vivían trabajando sus tierras para sacar adelante una familia, acogían con gozo su mensaje de un Dios Padre, preocupado de todos sus hijos, sobre todo, los más olvidados. Los más desvalidos buscaban su bendición: junto a Jesús sentían a Dios más cercano. Muchos enfermos, contagiados por su fe en un Dios bueno, volvían a confiar en el Padre del cielo. Las mujeres intuían que Dios tiene que amar a sus hijos e hijas como decía Jesús, con entrañas de madre.

El pueblo sentía que Jesús, con su forma de hablar de Dios, con su manera de ser y con su modo de reaccionar ante los más pobres y necesitados, le estaba anunciando al Dios que ellos necesitaban. En Jesús experimentaban la cercanía salvadora de Padre.

La actitud de los "entendidos" era diferente. Lo que al pueblo sencillo le llena de alegría a ellos les indigna. Los maestros de la ley no pueden entender que Jesús se preocupe tanto del sufrimiento y tan poco del cumplimiento del sábado. Los dirigentes religiosos de Jerusalén lo miran con recelo: el Dios Padre del que habla Jesús no es una Buena Noticia, sino un peligro para su religión.

Para Jesús, esta reacción tan diferente ante su mensaje no es algo casual. Al Padre le parece lo mejor. Por eso le da gracias delante de todos: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has dado a conocer a los sencillos. Sí, Padre, así te ha parecido mejo».

También hoy el pueblo sencillo capta mejor que nadie el Evangelio. No tienen problemas para sintonizar con Jesús. A ellos se les revela el Padre mejor que a los “entendidos” en religión. Cuando oyen hablar de Jesús, confían en él de manera casi espontánea.

Hoy, prácticamente, todo lo importante se piensa y se decide en la Iglesia, sin el pueblo sencillo y lejos de él. Sin embargo, difícilmente, se podrá hacer nada nuevo y bueno para el cristianismo del futuro sin contar con él. Es el pueblo sencillo el que nos arrastrará hacia una Iglesia más evangélica, no los teólogos ni los dirigentes religiosos.

Hemos de redescubrir el potencial evangélico que se encierra en el pueblo creyente. Muchos cristianos sencillos intuyen, desean y piden vivir su adhesión a Cristo de manera más evangélica, dentro de una Iglesia renovada por el Espíritu de Jesús. Nos están reclamando











" La paz es posible si tod@s asumimos las tareas responsablemente" Samuel Ruiz