viernes, 28 de enero de 2011

¿Y si nos quedamos sin sacerdotes?

domingo 23 de enero de 2011


Jose Maria Castillo



La semana pasada escribí en este blog una entrada en la que recordé cómo la Iglesia del primer milenio tuvo un concepto de la vocación sacerdotal muy distinto del que tenemos ahora. Hoy se piensa que la vocación es la "llamada de Dios" para que un cristiano, con la aprobación del obispo, pueda ser ordenado sacerdote. En los primeros diez siglos de la Iglesia, se pensaba que la vocación es la "llamada de la comunidad" para que un cristiano fuese ordenado sacerdote. Pero ocurre que, en este momento, la escasez de vocaciones es un hecho tan notable que hasta los políticos cristianodemócratas de Alemania han hecho pública una carta en la que piden al episcopado que puedan ser ordenados de sacerdotes hombres casados. Hasta los hombres de la política andan preocupados de lo mal que van las cosas en la Iglesia, entre otros motivos, por la alarmante falta de sacerdotes para atender las necesidades espirituales de los católicos.

Así están las cosas en este momento. Los obispos - ya lo han dicho los alemanes - no están dispuestos a suprimir la ley del celibato. Y menos aún estarían dispuestos a tomar decisiones más radicales en cuanto se refiere al clero, especialmente por lo que respecta a la necesidad de que en la Iglesia haya sacerdotes para administrar los sacramentos. Yo no sé si los obispos van a ceder en este delicado asunto. Y si ceden, cuándo lo harán. Sea lo que sea de todo esto, me parece que ha llegado el momento de afrontar esta pregunta: ¿y si llega el día en que nos quedemos prácticamente sin sacerdotes? ¿sería eso el derrumbe total de la Iglesia?

El cristianismo tiene su origen en Jesús de Nazaret. Pero Jesús no fue sacerdote. Jesús fue un laico, que vivió y enseñó su mensaje como laico. Jesús reunió un grupo de discípulos y nombró doce apóstoles. Pero aquel grupo estaba compuesto por hombres y mujeres que iban con él de pueblo en pueblo (Lc 8, 1-3; Mc 15, 40-41). La muerte de Jesús en la cruz no fue un ritual religioso, sino la ejecución civil de un subversivo. Por eso la carta a los hebreos dice que Cristo fue sacerdote. Pero este escrito es el más radicalmente laico de todo el Nuevo Testamento. Porque el sacerdocio de Cristo no fue "ritual", sino "existencial". Es decir, lo que Cristo ofreció, no fue un rito ceremonial en un templo, sino su existencia entera, en el trabajo, en la vida con los demás y sobre todo en la horrible muerte que sufrió. Para los cristianos, no hay más sacerdocio que el de Cristo, que consiste en que cada uno viva para los demás. Ni más ni menos que eso. El sacerdocio cristiano, tal como se vive en la Iglesia, no tiene fundamento bíblico ninguno. Por eso en la Iglesia no tiene que haber hombres "consagrados". Lo que tiene que haber es hombres y mujeres "ejemplares". El "sacerdocio santo" y el "sacerdocio real" del que habla la 1ª carta de Pedro (1, 5. 9) es una mera denominación "espiritual" de todos los cristianos.

Además, en todo el Nuevo Testamento jamás se habla de "sacerdotes" en la Iglesia. Es más, está bien demostrado que los autores del Nuevo Testamento, desde san Pablo hasta el Apocalipsis, evitan cuidadosamente aplicar la palabra o el concepto de "sacerdote" a los que presidían en las comunidades que se iban formando. Esta situación se mantuvo hasta el siglo III. O sea, la Iglesia vivió durante casi doscientos años sin sacerdotes. La comunidad celebraba la eucaristía, pero nunca se dice que la presidiera un "sacerdote". En las comunidades cristianas había responsables o encargados de diversas tareas, pero no se les consideraba hombres "sagrados" o "consagrados". En el s. III, Tertuliano informa de que cualquier cristiano presidía la eucaristía ("De exhort. cast. VII, 3).

¿Qué pasaría si se acabaran los sacerdotes en la Iglesia? Simplemente que la Iglesia recuperaría, en la práctica, el modelo original que Jesús quiso. Lo que pasaría, por tanto, es que la Iglesia sería más auténtica. Una Iglesia más presente en el pueblo y entre los ciudadanos. Una Iglesia sin clero, sin funcionarios, sin dignidades que dividen y separan. Sólo así retomaríamos el camino que siguió el movimiento de Jesús: un movimiento profético, carismático, secular. El clericalismo, los hombres sagrados y los consagrados han alejado a la Iglesia del Evangelio y del pueblo. Así lo ve y lo dice la gente. La Iglesia se pensó que, teniendo un clero abundante y con prestigio, sería una Iglesia fuerte, con influencia en la cultura y en la sociedad. Pero a los hechos me remito. Ese modelo de Iglesia se está agotando. No podemos ignorar todo el bien que los sacerdotes y los religiosos han hecho. Y el que siguen haciendo. Pero tampoco podemos olvidar los escándalos y violencias que en la Iglesia se han vivido y de los que el clero, en gran medida, ha sido responsable.

Pero lo peor no es nada de eso. Lo más negativo, que ha dado de sí el modelo clerical de la Iglesia, es que quienes han tenido el "poder sagrado", se han erigido en los responsables y, de las "comunidades de creyentes", han hecho "súbditos obedientes". La Iglesia se ha partido, se ha dividido, unos pocos mandando y los demás obedeciendo. En la Iglesia debe haber, como en toda institución humana, personas encargadas de la gestión de los asuntos, de la coordinación, de la enseñanza del mensaje de Jesús... Pero, una de dos: o Jesús vivió equivocado o los que andamos equivocados somos nosotros.

Por supuesto, el final del clero no se puede improvisar. Probablemente el cambio se va a producir, no por decisiones que vengan de Roma, sino porque la vida y el giro que ha tomado la historia nos van a llevar a eso: a una Iglesia compuesta por comunidades de fieles, conscientes de su responsabilidad, unidos a sus obispos (presididos por el obispo de Roma), respetando los diversos pueblos, naciones y culturas. Y preocupados sobre todo por hacer visible y patente la memoria de Jesús. Ya son muchas las comunidades que, por todo el mundo, a falta de clérigos, son los laicos los que celebran ellos solos la eucaristía. Porque son muchos los cristianos que están persuadidos de que la celebración de la eucaristía no es un privilegio de los sacerdotes, sino un derecho de la comunidad. El proceso está en marcha. Y mi convicción es que nadie lo va a detener. Termino afirmando que, si digo estas cosas, no es porque me importe poco la Iglesia o porque no la quiera ver ni en pintura. Todo lo contrario. Precisamente porque le debo tanto y me importa tanto, por eso, lo que más deseo es que sea fiel a Jesús y al Evangelio.

" La paz es posible si tod@s asumimos las tareas responsablemente" Samuel Ruiz

La Iglesia de Samuel Ruiz





" La paz es posible si tod@s asumimos las tareas responsablemente" Samuel Ruiz

La Iglesia según Samuel Ruiz

Arturo Rodríguez García

MÉXICO, D.F. 28 de enero (apro).- Para el obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas Chiapas, Samuel Ruiz García, la fe trasciende a los jerarcas de la Iglesia, con todo y los privilegios que les dispense el poder político, sus conductas serviles y conservadurismos. Con todo, mantenía la esperanza en que, hasta un Papa como Benedicto XVI, podía aprender.

- ¿Se puede subsistir bajo un Papa como Ratzinger? –se le preguntó.
- Cuando la acción pastoral y el pensamiento no son individuales sino relacionados con el Concilio (Vaticano Segundo) y los documentos (episcopales de Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida) que emanaron de él, es un movimiento de Iglesia y no es personal. Trasciende las situaciones y personalidades concretas -respondió.
La entrevista se efectuó en Monterrey, el 27 de septiembre de 2007, cuando el obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas Chiapas, estaba en la ciudad para participar en el Parlamento Mundial de las Religiones, que formaba parte del Fórum Universal de las Culturas.
La entrevista tenía por objetivo abundar sobre la vida y la obra del extinto obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, un texto que apareció en el número 1617 de la revista Proceso. Pero el ritmo de sus respuestas condujeron la charla a la visión pastoral y los conceptos que guiaban a Ruiz García, por lo que su registro se mantuvo aparte.

Tolerancia y fe
Las palabras por Méndez Arceo brotaron sin apasionamiento. Considerado el precursor de “la opción preferencial por los pobres” en México, el desaparecido obispo de Cuernavaca, había influenciado a toda una generación de sacerdotes que, para ese 2007, instalados ya en su madurez, daban continuidad a la llamada “teología de la liberación”, en obispos como los eméritos de San Cristóbal, Samuel Ruiz y, de Oaxaca, Arturo Lona, así como el obispo de Saltillo, Raúl Vera López.

La “teología de la liberación”, corriente progresista de orientación marxista, fue convertida por sus detractores en despectivo cliché, particularmente en el norte del país, donde se produjeron abundantes materiales para advertir que “era una amenaza para la estabilidad social y laboral”.

Samuel Ruiz, se hacía presente en Monterrey, una ciudad conservadora, donde las últimas noticias de Iglesia destacaban que, a partir del arribo del cardenal Francisco Robles Ortega -alumno de cardenal Juan Sandoval Iñiguez desde el Seminario de Guadalajara-, se desarticuló la Pastoral Social y se marginó a los sacerdotes que convergían con la “teología de la liberación”.


Samuel Ruiz García, evitaba sistemáticamente el cliché.
- ¿Por qué parece molestarle que lo califiquen como teólogo de la liberación? –se le inquirió.

- Los teólogos hacen teología, yo me he dedicado a servir a Cristo –atajó.

“Yo he tomado la opción por los pobres y el trabajo en contra de la pobreza, que consiste en ubicarse históricamente en un análisis, no sólo en el método de ver, actuar y juzgar, sino de estar ubicado en el centro de la situación concreta”.

“No tenemos la verdad absoluta”
En el lobby del Hollyday Inn del Centro de Convenciones Cintermex, hotel sede los participantes, Samuel Ruiz destacaba por su discreción. Vestido con un traje gris, cuya camisa blanca lucía sin corbata ni alzacuello, el obispo se abría paso tímidamente en medio de kipás, bompos, turbantes, gorros frigios y túnicas multicolores, de relucientes ornamentos, que portaban hombres de forzada calvicie o de luengas barbas.

Sobre esa pluralidad, expuso en la entrevista:
“Necesitamos aprender la convivencia con otras creencias y salir de la tendencia exclusivista en que vivíamos, porque la fe tiene que tener en su manifestación el respeto a otras creencias, y entender que otras creencias son complementarias de otras, que no tenemos la verdad absoluta sino que tenemos una complementariedad.

“Se trata de respeto: se escucha y se hace saber que hay una parte que yo tengo, que debo atender de la posición de otra persona y que lo que ella tiene, es algo que me falta a mi”, dijo.

- Dada la cantidad de personas excluidas –se le comenta- por posturas religiosas ¿Tendría esa tolerancia, por ejemplo, con las uniones entre personas de un mismo sexo? O con el aborto?

- Los principios morales no se mueven por estadísticas. Y la defensa a la vida debe ser permanente. No porque haya tal o cual tendencia a la eliminación de la vida, podemos decir que la Iglesia tiene que estar a favor de eso -respondió.

Contra el sistema

Los escándalos de corrupción clerical daban vuelta al mundo, con pederastas expuestos por miles de denuncias y una jerarquía, en el caso de México, peculiarmente cercana al poder público de gobernantes de confesión y prácticas católicos con tendencias dictatoriales, como un cóctel venenoso para la fe, Samuel Ruiz -llamado Jtatik, El Padre, en las comunidades indígenas de Chiapas- mantenía la esperanza.

“Se puede mirar sólo lo negativo y decir todo está mal, pero teniendo una mirada tranquila se puede ver cómo hay movimientos que eclipsan esa maldad. Yo tengo una mirada esperanzadora sobre esto. Particularmente, la solidaridad es una cosa bastante evidente y creciente en todos los niveles”.

Según Samuel Ruiz, la solidaridad vinculaba cada vez a más personas y, si en el pasado no quedaba mas que lamentar lo que le ocurría a otros, en el presente es imposible que ocurra algo sin que obtenga de inmediato el apoyo solidario en distintos ámbitos.

Agregó:
“Hay una perspectiva de una gran cantidad de gente en el mundo, que tiene muy claro que se necesita un cambio de sistema. Lo han dicho con toda claridad, este sistema llegó a su límite y se necesita que se construya otro. Ya hay acciones y entidades que se mueven en ese sentido, como el comercio justo y la aglutinación de movimientos que inciden silenciosa, pero eficazmente, en una transformación de la sociedad”.

Gobiernos católicos
Para Samuel Ruiz, la postura que guarden los gobernantes independientemente de su confesión, es un accidente histórico. La acción de la Iglesia, según él, se funda una postura que va más allá de la política que quienes se presumen católicos, como Vicente Fox o Felipe Calderón, puedan tener.
“La postura de la Iglesia es previa e independiente a esos gobernantes. La opción por los pobres trasciende porque es la única vía en la construcción del Reino (de Dios) y en esa visión no caben los potentados”.


Su insistencia es a lo largo de toda la entrevista: la posición de la Iglesia no puede sustraerse del Concilio Vaticano II y sus documentos, donde se reitera siempre que la preocupación es el trabajo social.

Entonces aludió a la jerarquía:
“La esperanza no debe estar en que la Iglesia sea favorecida o no por los gobiernos. Los gobiernos son eventualidad histórica y pueden ayudar o entorpecer el trabajo pastoral”.

 Esa proximidad con los poderes terrenales ¿podría repetir condiciones como en las que la Iglesia estuvo del lado de las dictaduras?
- No sería la posición adecuada, ni hay una tendencia hacia allá. Que la iglesia tenga que estar bien en el sentido de colaborar hacia el bien común, evidentemente sí. Puede haber un riesgo de esa naturaleza, que haya una postura servil, pero creo que la posición oficial después del Concilio y los documentos emanados de éste, van en otra línea.
La mirada esperanzadora de Samuel Ruiz, contrastaba con la conducta de obispos y sacerdotes católicos que preferían omitir pronunciamientos respecto a conflictos sociales o injusticias, respecto a un reciente 2006, plagado de convulsiones sociales desde el estallido de la mina Pasta de Conchos en Coahuila, la represión obrera en Lázaro Cárdenas Michoacán, la elección presidencial y el movimiento de San Salvador Atenco.
“Lo que puedo percibir a nivel de pronunciamientos oficiales de la Conferencia del Episcopado Mexicano, y en especial de la Pastoral Social, es que hay una posición que no se da generalizada, pero que si aborda una temática en donde se juega la transformación de la historia.

Hay posiciones bastante claras y pronunciamientos que ha habido, en momentos específicamente difíciles, donde hay prelados que se han manifestado y tienen el respaldo discreto, pero no negado, de otros hermanos obispos”.

- ¿Hay miedo en la Iglesia a su jerarquía?
- La identidad de una persona, como la idea de una institución, tiene un sustrato que no cambia. Si no, no podría cumplir su misión. El cambio tiene que estar en relación con un sustrato permanente, que es el evangelio, y la respuesta (de los hombres de Iglesia) puede ser variable pero desde el punto de vista evangélico en la construcción del Reino de Dios.

Con un Sumo Pontífice recién estrenado, proveniente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que desde los años 70 persiguió a los sacerdotes progresistas, se le inquierió:
- ¿Ratzinger y quienes se identifican con su línea pastoral inhiben los movimientos de la Iglesia de los Pobres?

- Todo individuo tiene un proceso de adaptación y un Papa también tiene que ir aprendiendo su tarea. Ha habido momentos históricos en este pontificado donde un pronunciamieto se percibe posteriormente como algo que tiene que relativizarse y eso es señal de que hay un aprendizaje en marcha.
“Si hay una falla sabemos que por eso Jesús dijo yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo. Por lo tanto, la presencia de la Iglesia, no depende de la falibilidad, de la relatividad o de la limitación de una persona, pues ahí estará fuertemente la presencia del Señor a lo largo de la historia”.

Y concluye:

Sea cual sea, la posición oficial (de la Iglesia) no puede quitar ni hacer a un lado el sustrato permanente, lo vimos en (la Conferencia del Episcopado Latinoamericano de) Aparecida: lo que es fundamental para Dios y la Iglesia es la opción por los pobres y el trabajo en contra de la pobreza”.



" La paz es posible si tod@s asumimos las tareas responsablemente" Samuel Ruiz

jueves, 6 de enero de 2011

Fin de año: una palabra de esperanza

Por José María Castillo

Después de varios días de silencio en este blog, silencio impuesto por obligaciones a las que no he podido renunciar, quiero decir, ante todo, una palabra de gratitud y reconocimiento a todos los que, llevados por su buena voluntad y su anhelo de búsqueda, visitan el blog. A todos quiero agradecer sinceramente lo que nos ayudan a los demás que aquí colaboramos. Y quede claro que nos ayudan, hagan o no hagan comentarios, y, por supuesto, sean cuales sean sus puntos de vista, sus aportaciones, sus consensos o sus disensos. La diversidad y el pluralismo son constitutivos de la vida humana. Y si aquí se manifiesta la diversidad y el pluralismo, eso nos quiere decir que aquí hay humanidad. La humanidad en la que, según recordamos estos días los creyentes, Dios se ha hecho presente. La divinidad nos rebasa y no está a nuestro alcance. Por eso Dios se humanizó. Y así nos enseñó que, siendo cada día más sinceramente y honradamente humanos, es como podemos establecer nuestra verdadera relación con Dios.

Estamos al final de un año que ha sido demasiado duro para demasiada gente. Estos días de Navidad, que se viven como fiesta de alegría y razonable diversión, suelen ser crueles para muchas personas. Me refiero a quienes, precisamente porque en el ambiente hay alegría y fiesta, por eso ellos sienten con más dolor el zarpazo de la soledad, el desamparo, la carencia de tantas cosas, y la desesperanza. Todos deseamos un año nuevo feliz. Y así lo decimos de palabra. Pero no nos vendría mal caer en la cuenta de lo que, para un cristiano, significa y exige "decir una palabra". La liturgia de estos días repite varias veces el prólogo del evangelio de Juan (1, 1-18). El evangelio de la "Palabra" (Lógos). Dicen los entendidos que el lógos de los griegos expresaba el proceso de pensar, es decir, la pura idea en el ámbito de la especulación. Sin embargo, en el antiguo Oriente, la palabra no consistía en un mero pensamiento o la designación de un objeto. No. La "palabra" era, en aquellas antiguas culturas orientales, "un poder" que desencadenaba unas consecuencias. Es decir, la "palabra" estaba vinculada a la "acción". Así lo entendía la cultura hebrea cuando se refería a la palabra (dabar).
Pues bien, así se entiende en el Evangelio la palabra. Por eso el centurión romano le dijo a Jesús: "Dí una sola palabra y mi criado sanará" (Mt 8, 8; Lc 7, 7). De ahí, la conexión que se establece entra la "palabra" y la "acción": decir una palabra es actuar en consecuencia y, por tanto, aportar soluciones, salud, vida, salvación (cf. Lc 24, 19; Hech 4, 29. 31; 8, 25; 11, 19; 13, 46; 14, 25; 16, 6. 32). Por tanto, para una persona que tiene verdadera fe, decir una palabra de "felicidad", de "paz" o de "esperanza", por poner sólo algunos ejemplos, es algo que no se puede hacer alegremente y así, por las buenas y sin más. Decir una palabra, para "cumplir", no; no se debería hacer. Decir una palabra de paz es comprometerse a trabajar por la paz. Como decir una palabra de felicidad es adquirir un compromiso de hacer lo que esté al alcance de uno, para que entre las personas haya más felicidad.
Y conste, para terminar, que, al decir estas cosas, siento que pesa sobre mí el compromiso y la responsabilidad de no decir, así, por las buenas, palabras que no me comprometen a nada. Muchas veces pienso que tendría que aprender a decir solamente aquello que explica mi propia vida. O sea, primero "hacer". Y luego, "explicar" lo que he hecho. Así, y sólo así, habría armonía en la vida. Y nuestras palabras tendrían una credibilidad de la que, con frecuencia, carecemos.





" La paz es posible si tod@s asumimos las tareas responsablemente" Samuel Ruiz