jueves, 28 de julio de 2011

La crisis: el silencio de las religiones

26.06.11 | 14:24. Archivado en Iglesia católica
José Maria Castillo

 Una de las cosas más extrañas, que están sucediendo en España ahora mismo, es el silencio que mantienen las religiones ante la crisis (económica y política) tan delicada y difícil que estamos viviendo en nuestro país y en toda Europa. En privado, todo el mundo opina sobre estas cosas. Pero, como instituciones, ni la Iglesia, ni el Islam, ni ninguna de las otras confesiones dicen algo que nos pueda orientar, a quienes tenemos creencias religiosas, en una situación tan oscura y tan preocupante. Sabemos perfectamente que los “hombres de la religión” levantan la voz cuando están en juego sus propios intereses económicos o sus privilegios legales o políticos. Entonces, ¿por qué se callan cuando lo que se plantea es el paro de más de cuatro millones de ciudadanos o el debido respeto a los derechos fundamentales de extranjeros, de presos, de enfermos en listas de espera, de jóvenes sin trabajo y sin futuro o cuando hablamos de situaciones de auténtica esclavitud?
Por supuesto, yo entiendo perfectamente que las religiones no sepan qué decir en una situación como ésta. Porque el problema de fondo que se debate - el problema que han planteado las concentraciones de los “indignados” en las plazas de nuestras ciudades - es el problema de la democracia. O, para decirlo con más precisión, el problema que consiste en saber cómo podemos recuperar y poner en práctica los ideales y las aspiraciones de la más auténtica democracia participativa, la democracia en la que los ciudadanos podamos participar de verdad y efectivamente en la toma de las decisiones políticas y económicas que nos afectan a todos. Pero, entonces, si ése es el problema más serio que se plantea en este momento, ¿qué nos van a decir sobre ese asunto unas instituciones - tal es el caso de las grandes confesiones religiosas - que no son en absoluto democráticas? Es más, ni lo son, ni pueden serlo. Porque las religiones, por su misma razón de ser, se explican y funcionan a partir de un Absoluto, representado en la tierra por hombres “sagrados” y “consagrados”, que, si quieren ser fieles a su sagrada misión en el mundo, no tienen más remedio que transmitir a sus fieles verdades absolutas y decisiones divinas, ante las que nadie puede rechistar. Por eso entiendo perfectamente que lo mejor que pueden hacer los “hombres de la religión”, en una situación como ésta, es quedarse callados y no opinar. Porque, ¿qué pueden opinar sobre la “participación popular” quienes tienen su razón de ser en la “intervención divina”?

Necesidades de la gente [José Antonio Pagola]

julio 28, 2011

Domingo XXVIII del Tiempo ordinario [A] - Mateo 14, 13-21
Mateo introduce su relato diciendo que Jesús, al ver el gentío que lo ha seguido por tierra desde sus pueblos hasta aquel lugar solitario,«se conmovió hasta las entrañas». No es un detalle pintoresco del narrador. Lacompasión hacia esa gente donde hay muchas mujeres y niños, es lo que va a inspirar toda la actuación de Jesús.

De hecho, Jesús no se dedica a predicarles su mensaje. Nada se dice de su enseñanza. Jesús está pendiente de sus necesidades. El evangelista solo habla de sus gestos de bondad y cercanía. Lo único que hace en aquel lugar desértico es «curar»a los enfermos y «dar de comer» a la gente.

El momento es difícil. Se encuentran en un lugar despoblado donde no hay comida ni alojamiento. Es muy tarde y la noche está cerca. El diálogo entre los discípulos y Jesús nos va revelar la actitud del Profeta de la compasión: sus seguidores no han de desentenderse de los problemas materiales de la gente.

Los discípulos le hacen una sugerencia llena de realismo: «Despide a la multitud», que se vayan a las aldeas y se compren de comer. Jesús reacciona de manera inesperada. No quiere que se vayan en esas condiciones, sino que se queden junto a él. Esa pobre gente es la que más le necesita. Entonces les ordena lo imposible:
«Dadles vosotros de comer».
De nuevo los discípulos le hacen una llamada al realismo:
«No tenemos más que cinco panes y dos peces».
No es posible alimentar con tan poco el hambre de tantos. Pero Jesús no los puede abandonar. Sus discípulos han de aprender a ser más sensibles a los sufrimientos de la gente. Por eso, les pide que le traigan lo poco que tienen.

Al final, es Jesús quien los alimenta a todos y son sus discípulos los que dan de comer a la gente. En manos de Jesús lo poco se convierte en mucho. Aquella aportación tan pequeña e insuficiente adquiere con Jesús una fecundidad sorprendente.

No hemos de olvidar los cristianos que la compasión de Jesús ha de estar siempre en el centro de su Iglesia como principio inspirador de todo lo que hacemos. Nos alejamos de Jesús siempre que reducimos la fe a un falso espiritualismo que nos lleva a desentendernos de los problemas materiales de las personas.

En nuestras comunidades cristianas son hoy más necesarios los gestos de solidaridad que las palabras hermosas. Hemos de descubrir también nosotros que con poco se puede hacer mucho. Jesús puede multiplicar nuestros pequeños gestos solidarios y darles una eficacia grande. Lo importante es no desentendernos de nadie que necesite acogida y ayuda.

" La paz es posible si tod@s asumimos las tareas responsablemente" Samuel Ruiz

martes, 19 de julio de 2011

Un Dios sin atractivo


José Antonio Pagola
24 de julio de 2011
17 Tiempo ordinario (A)
Mateo 13, 44-52
Jesús trataba de comunicar a la gente su experiencia de Dios y de su gran proyecto de ir haciendo un mundo más digno y dichoso para todos. No siempre lograba despertar su entusiasmo. Estaban demasiado acostumbrados a oír hablar de un Dios sólo preocupado por la Ley, el cumplimiento del sábado o los sacrificios del Templo. Jesús les contó dos pequeñas parábolas para sacudir su indiferencia. Quería despertar en ellos el deseo de Dios. Les quería hacer ver que encontrarse con lo que él llamaba "reino de Dios" era algo mucho más grande que lo que vivían los sábados en la sinagoga del pueblo: Dios puede ser un descubrimiento inesperado, una sorpresa grande.
En las dos parábolas la estructura es la misma. En el primer relato, un labrador «encuentra» un tesoro escondido en el campo...Lleno de alegría, «vende todo lo que tiene» y compra el campo. En el segundo relato, un comerciante en perlas finas «encuentra» una perla de gran valor... Sin dudarlo, «vende todo lo que tiene» y compra la perla.
Algo así sucede con el «reino de Dios» escondido en Jesús, su mensaje y su actuación. Ese Dios resulta tan atractivo, inesperado y sorprendente que quien lo encuentra, se siente tocado en lo más hondo de su ser. Ya nada puede ser como antes.
Por primera vez, empezamos a sentir que Dios nos atrae de verdad. No puede haber nada más grande para alentar y orientar la existencia.El "reino de Dios" cambia nuestra forma de ver las cosas. Empezamos a creer en Dios de manera diferente. Ahora sabemos por qué vivir y para qué.
A nuestra religión le falta el "atractivo de Dios". Muchos cristianos se relacionan con él por obligación, por miedo, por costumbre, por deber..., pero no porque se sientan atraídos por él. Tarde o temprano pueden terminar abandonando esa religión.