José Antonio Pagola
El símbolo de Jesús como pastor bueno
produce hoy en algunos cristianos cierto fastidio. No queremos ser tratados
como ovejas de un rebaño. No necesitamos a nadie que gobierne y controle
nuestra vida. Queremos ser respetados. No necesitamos de ningún pastor.
No sentían así los primeros
cristianos. La figura de Jesús buen pastor se convirtió muy pronto en la imagen
más querida de Jesús. Ya en las catacumbas de Roma se le representa cargando
sobre sus hombros a la oveja perdida. Nadie está pensando en Jesús como un
pastor autoritario dedicado a vigilar y controlar a sus seguidores, sino como
un pastor bueno que cuida de ellas.
El "pastor bueno" se
preocupa de sus ovejas. Es su primer rasgo. No las abandona nunca. No las
olvida. Vive pendiente de ellas. Está siempre atento a las más débiles o
enfermas. No es como el pastor mercenario que, cuando ve algún peligro, huye
para salvar su vida abandonando al rebaño. No le importan las ovejas.